Análisis Literario de "La mujer habitada" de Gioconda Belli

Introducción

El presente trabajo busca analizar el papel de la mujer durante las diferentes revoluciones que se han producido en el territorio americano contra poderes opresivos, con el fin de defender y demostrar la importancia e influencia que ha tenido y tiene la presencia femenina, y los logros y derechos conseguidos durante la historia.

Para esto, se procederá a la presentación de las dos protagonistas de la novela, Itzá y Lavinia, mujeres que se opusieron a los patrones culturales de la imagen de la mujer y lucharon junto al hombre que amaban. Además se tomará la vida de mujeres opuestas, como su madre y su amiga Sara, y muy conocidas en la historia tanto universal como latinoamericana, la paciente Penélope y la guerrillera Tania, con el fin de exponer el proceso de cambio de actitud ante la espera tranquila y comprendedora, a la acción y toma en sus manos del propio destino y defensa de sus ideales.

Desarrollo


La novela “La mujer habitada” de Gioconda Belli fue publicada en 1988 y relata la historia de dos mujeres: Itzá y Lavinia. Lo que las separa es la distancia temporal, ¿por qué? Porque, la escritora tomó como protagonistas a dos jóvenes que vivieron en diferentes momentos de la historia de Nicaragua: la primera durante la época de conquista española, y la segunda entre 1960-70. Ambas cuentan con un compañero con los que comparten los mismos ideales y objetivos de liberación contra el poder despótico, Yarince y Felipe respectivamente.

Lavinia, encarna el personaje principal de la novela de Belli, joven arquitecta recién llegada de Europa. Distanciada de sus padres y apegada a tu tía Inés y a su abuelo, quienes la apoyaban en sus sueños y le brindaban el amor que sus padres, por estar concentrados en el trabajo, no se lo brindaron, como ella deseaba en su interior. Al regresar a Faguas, su ciudad natal, vive en la casa de su difunta tía y trabaja en una empresa de arquitectos, donde conoce a Felipe, quien se convertiría en su gran amor y compañero de un nuevo proyecto secreto.

Itzá, fue una joven guerrera de una tribu aborigen, que luego de aprender el manejo del arco, se unió a los guerreros para defender su territorio y echar a los extraños (los españoles) y su falso dios. Pero al ser mujer, los integrantes de diferentes tribus, no la tomaban en serio al momento de reclutar guerreros y pedir ayuda para combatir; incluso no era admitida en las reuniones donde se tomaban las decisiones más importantes. Se puede decir que, en un sentido, es un personaje principal porque al introducirse en Lavinia como el jugo de una naranja, juega un papel importante e influyente en las decisiones de ésta, a través de sus sueños, de su inconsciente, ayudando a aclararle las dudas, ofreciéndole las respuestas (aunque a veces se arrepienta de entrometerse en Lavinia).

Estas dos mujeres al comienzo parecen ser muy diferentes, con distintos puntos de vista sobre la participación en la lucha revolucionaria contra dos poderes usurpadores y violentos: los españoles y su rey, y el Gran General. Pero con el paso del tiempo Itzá empieza a influir en la decisión de Lavinia, y ambas se complementan uniendo a dos mujeres tan distantes pero a la vez representativas para e género femenino.

Contexto histórico

Faguas, ciudad en la que trascurren los hechos de la novela, es la representación literaria de Nicaragua, y en especial se dibuja la situación política, social y económica de toda América Latina. Ésta se había convertido en un territorio propicio para la aplicación del Plan Cóndor, que consistió en la coordinación de acciones conjuntas entre las dictaduras latinoamericanas para la erradicación de las ideologías comunistas y afines, opuestas al neoliberalismo que trataba de implementarse a escala global, y que pasaron a ser consideradas como “subversivas”. De esta manera, los cambios que los países latinoamericanos han experimentado en el último medio siglo, resultan estrechamente vinculados al proceso de militarización que tuvo lugar en el continente especialmente durante las décadas de los ‘60 y ‘70, teniendo como una de sus consecuencias centrales el desmantelamiento del Estado como articulador de la vida pública y generador del desarrollo económico.[1]

Como contrarreacción al gobierno militar, se tomó el proyecto liberacionista, cuya cuna fue Cuba y desde donde se irradiaba la ideología y el entrenamiento de las fuerzas insurreccionales de todo el subcontinente.

Nicaragua y Somoza

En 1936, Somoza derrocó al presidente Juan B. Sacasa y accedió al gobierno, manteniéndose en el poder durante 20 años. Luego fue sucedido por sus hijos. Al abandonar Nicaragua, las tropas estadounidenses dejaron instalado un sistema de poder basado en la fuerza  militar,  en lo político, en un sistema electoral controlado por unas pocas familias; y en lo económico, en el control monolico de los principales recursos productivos (plantaciones, bases, ferrocarriles, aduana, etc.) por parte de la familia Somoza y una red de amistades.

Desde el gobierno, Anastasio Somoza enfrentó la creciente oposición de obreros, campesinos, estudiantes y hasta de algunos grupos propietarios. Para evitarlo, llevó adelante una fuerte represión, a través de un impresionante incremento de los miembros de las fuerzas policiales y militares, la creación de numerosas cárceles, la persecución, los secuestros y la aplicación de torturas por parte de la Guardia Nacional.

El gobierno somocista, apoyado por unos pocos propietarios de tierras y empresarios nicaragüenses y por las empresas norteamericanas, no daba respuestas a los problemas sociales, como el hambre, el analfabetismo y los bajos salarios de los trabajadores. Esta situación, sumada a la imposibilidad de organizar y ejercer libremente la oposición al gobierno, llevó a un grupo de jóvenes, inspirados en el triunfo de la experiencia revolucionaria cubana de 1959, a conformar —en 1961— el Frente Sandinista de Liberación Nacional e iniciar la lucha armada a la dictadura. Por sus planteos sobre la democracia, la economía y política, recibieron el apoyo creciente de la población marginada del país. Del mismo modo, fueron apoyados los reclamos sandinistas de soberanía nacional frente al imperialismo norteamericano, que recuperaban la tradición inaugurada por el “general de hombres libres”, Augusto César Sandino, en la década del veinte. A la oposición se sumaron, también, aquellos actores del empresariado que fueron desplazados de los principales negocios por el grupo de empresarios amigos de la familia Somoza.
En este contexto, la guerrilla incrementó el número de sus miembros y sus acciones, hasta que, en julio de 1979, logró derrocar al dictador, quien huyó de Nicaragua, para asilarse en Paraguay.

Lavinia, en un instante de retrospección, nos cuenta cómo se vivió el momento histórico antes mencionado en Faguas:
Una época de efervescencia cuando ella tenía dieciocho años y estaba pasando vacaciones con sus padres. Se encontró las calles cubiertas de afiches del partido de la oposición. La gente cantaba la canción del candidato verde con verdadero entusiasmo. Surcaban ilusiones de que la campaña electoral podría resultar en una victoria opositora. Todos los sueños quedaron dispersos el último domingo de la contienda. Una gran manifestación recorrió las calles demandando la renuncia de la familia gobernante, el retiro del candidato hijo del dictador. Los líderes opositores arengaban a aquella marea humana. Nadie debía moverse. Nadie retirarse a sus casas. Resistencia pacífica contra la tiranía. Hasta que los soldados empezaron a bajar por la avenida con sus cascos de combate hacia el grupo multicolor que se agitaba enervado por los discursos. No hubo quién pudiera contar después cuándo dieron comienzo los disparos, ni cómo aparecieron los cientos de zapatos que Lavinia vio dispersos por el suelo mientras corría en una estampida de caballos desbocados hacia donde su tía Inés agitaba las manos y la llamaba. Esa noche, las familias esperaron ansiosas escuchando los disparos de los francotiradores en la noche. La madrugada amaneció en medio de un pesado silencio. Las radios anunciaron que el candidato verde y sus colaboradores se habían refugiado en un hotel y solicitado la protección del embajador norteamericano. Se hablaba de trescientos, seiscientos, incontables muertos. Nunca se sabría exactamente cuántas personas murieron ese día llevándose a la tumba la última esperanza de muchos por liberarse de la dictadura. La represión arreció. Desde entonces, habían empezado las papeletas: "Sólo queda la alternativa de la lucha armada". Papeletas apareciendo furtivas por debajo de las puertas. Grupos tomándose cuarteles alejados de las ciudades, en los poblados del norte; diciendo encendidos discursos en la universidad; el poder cada vez más compacto y las muertes de "subversivos" a la orden del día.”

El papel de la mujer en la revolución


Lavinia tuvo que defender su posición como mujer en la sociedad y en el movimiento revolucionario. Repudiaba el trato que tienen los desconocidos, en la calle, hacia las mujeres transeúntes: “Aquí y allá encontró grupos de obreros afanados colocando bloques para marcar las bases donde se levantaría las paredes. La miraban al pasar, haciendo alarde en abandonar el cemento y silbar o dejarle ir un ‘adiós mamacita’. Debería ser ilegal, pensó Lavinia, ese asedio al que se veían expuestas las mujeres en la calle.”

Lavinia buscaba despegarse de las costumbres conservadoras y tradicionales de su familia y de su entorno social, con las que no coincidía. Aquí se encuentran su amiga Sara, y su madre, dos mujeres que representan otro tipo de ideal de la mujer: aquella que se presenta en la gran sociedad cuando llegan a cierta edad, para conseguir un futuro marido y conformar una nueva familia, para luego ser dueña de una casa: “Sara se jactaba delante de ella de llevar los pantalones en la casa. Y Sara podía escucharlo [a su esposo] sonriendo. Para ella eso también era ‘natural’. Las fiestas donde los exhibían eran ‘naturales’.”

Sin embargo, a pesar de los comentarios negativos de sus padres sobre vivir sola y trabajar, no se dejó intimidar y siguió luchando, aunque fuera una revolución interna y pequeña, por lo que ella realmente quería y no lo que se le imponía por ser mujer: “Las caras de su padre y su madre pronosticándole la deshonra, el chisme, la maledicencia. Horrores del mundo fuera de las cuatro paredes de su casa. El peligro de los extraños. Hombres que intentarían violarla, aprovecharse de ella. Lo “mal vistas” que eran las mujeres solas.”

Incluso Felipe, según lo que percibe Lavinia, la ve a ella como la orilla a la cual se puede acercar para alejarse de la vida agitada, no queriendo incluirla en sus planes revolucionarios por su falta de preparación, su debilidad e inseguridades:

“Tuve la sensación de que no querías que participara, que me ibas a decir siempre que no estaba preparada. Y así era, dijo él, visiblemente alterado. Consideraba, dijo, que ella aún no estaba madura para ingresar formalmente; tenía demasiadas dudas, no sabía bien lo que quería. (…)Creo que no entendés mis preocupaciones —dijo Lavinia, guardando la calma, el tono suave— ni me entendés a mí. Vos nunca pensarías que estoy madura para el Movimiento. No te conviene. Querés conservar tu nicho de "normalidad", la ribera de tu río por los siglos de los siglos; tu mujercita colaborando bajo tu dirección sin desarrollarse por sí misma. "Afortunadamente, Sebastián y Flor no piensan como vos. Lavinia fue perdiendo la calma a medida que hablaba. Las ranuras se abrían dando salida a resentimientos acumulados: las noches en vela esperándolo, las actitudes paternales, superiores, de él.”

Sin embargo se puede observar que Felipe no la dejaba de lado de sus planes revolucionarios por ser mujer, poco preparada y débil como Lavinia pensaba, sino que no era un simple juego sino algo peligroso y serio. Él solo la quería proteger y mantenerla alejada de todo lo que pudiese lastimarla.

Lavinia lucha contra sus inseguridades con respecto al Movimiento revolucionario, incluso llega a cuestionar el accionar y objetivo del mismo: “En Italia admiró, como todos, al Che Guevara. Recordaba la fascinación de su abuelo con Fidel Castro y la "revolución". Pero ella no era de esa estirpe. Lo tenía muy claro. Una cosa era no estar de acuerdo con la dinastía y otra cosa era luchar con las armas contra un ejército entrenado para matar sin piedad, a sangre fría. Se requería otro tipo de personalidad, otra madera. Una cosa era su rebelión personal contra el statu quo, demandar independencia, irse de su casa, sostener una profesión, y otra exponerse a esta aventura descabellada, este suicidio colectivo, este idealismo a ultranza. No podía dejar de reconocer que eran valientes; especies de Quijotes tropicales, pero no eran racionales, los seguirían matando y ella no quería morir.”

Pero a medida que sus inseguridades se transforman en inquietudes, gira su vida al momento de visitar a Flor para que le contara cómo era el Movimiento. Es así que la joven enfermera le cuenta a Lavinia sobre Tania.

Tania fue una guerrillera, de origen alemán/ruso, acompañante del Che Guevara durante la revolución cubana. Ella se convirtió en un mito por ser la única mujer que integró el grupo guerrillero, encargada de espionaje, enfermería y mensajería. “Flor decía que el Che había escrito que las mujeres era ideales para cocineras y correos de la guerrilla; aunque después anduvo en Bolivia con una guerrillera llamada Tania”. Pero de acuerdo con la investigación de historiador boliviano Gustavo Rodríguez Ostria "[Tania] no fue la amante del Che. Apenas convivieron un mes en la guerrilla". Fue entre marzo y abril de 1967. Y su relación, de hecho, estuvo marcada por los reproches del Comandante sobre el abandono de funciones de espionaje de Tania para incorporarse a la guerrilla. "Había una razón casi ética: Guevara sabía que ella era la compañera de Ulises Estrada. Entre los revolucionarios había códigos con respecto a las mujeres de compañeros. El Che se hubiera expuesto demasiado, su liderazgo moral se habría carcomido".


Ya desde los primeros de la Revolución cubana, la equidad de género en el desarrollo social se va establecer como objetivo primordial de la nueva estructuración política. La rápida puesta en marcha de una serie de medidas tendientes a eliminar las barreras que mantienen a la mujer en posiciones sociales subordinadas supone la primera fase de un intento de transformación integral. Incluso en la novela “La mujer habitada”, Flor le da a Lavinia el programa “(…) donde se hablaba con tanta seguridad de todas las cosas inalcanzables que se debían alcanzar: alfabetización, salud gratis y digna para todos, viviendas, reforma agraria (real; no como el programa de televisión del Gran General); emancipación de la mujer (¿Y Felipe?, pensó, ¿Y los hombres como él, revolucionarios pero machistas?, pensó)”.

La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral remunerado va a propiciar un reconocimiento de espacios y nuevos roles pero, simultáneamente, suscita elementos de conflicto con una mentalidad tradicional mantenida incluso bien avanzada ya la década de los años sesenta, cuando “la mayoría de los hombres no querían que ‘su mujer’ estuviera fuera del hogar y mezclándose con otros hombres en el trabajo” (Brunk, 1995:434).

 “Por primera vez las mujeres acostumbradas  a ser esposas dependientes y madres           devotas, se encontraron explorando las ideas de igualdad y retando directamente al           machismo. Fue un proceso doloroso y paradójico. A pesar de todas las           contradicciones, las mujeres cubanas fueron incorporadas a las distintas esferas del           trabajo, intelectual, manual, político”.

Es importante contar que la escritora Gioconda Belli, se exilió a México a causa de su activismo revolucionario. Desde 1970, año en que comenzó a escribir sus poemas y como muchos intelectuales de su generación, se integró a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en ese momento una organización clandestina y perseguida cuyo objeto era el derrocamiento del régimen somocista. Además su obra se caracteriza por rescatar y ahondar en el universo femenino, reivindicando el papel de las mujeres en la sociedad y en la construcción de la cultura, llegando incluso a plantear en su obra una utopía feminista. Esto justifica que el personaje principal de la novela “La mujer habitada” sea una mujer, con sus inseguridades, su romanticismo, el idealismo de un mundo mejor y la búsqueda de la independencia económica, luchando contra el machismo que la rodea. Incluso, se ilustra en Sara y la madre de Lavinia los ideales de la madre de Gioconda y las mujeres de su época, esto se puede justificar con la cita del siguiente fragmento del poema de la misma autora:

Estas mujeres, sin embargo, 
me miran desde el interior de los espejos, 
levantan su dedo acusador 
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche 
y quiero ganarme la aceptación universal, 
ser la "niña buena", la "mujer decente" 
la Gioconda irreprochable. 
Sacarme diez en conducta 
con el partido, el estado, las amistades, 
mi familia, mis hijos y todos los demás seres 
que abundantes pueblan este mundo nuestro. 

En esta contradicción inevitable 
entre lo que debió haber sido y lo que es, 
he librado numerosas batallas mortales, 
batallas a mordiscos de ellas contra mí 
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma- 
transgrediendo maternos mandamientos, 
desgarro adolorida y a trompicones 
a las mujeres internas 
que, desde la infancia, me retuercen los ojos 
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños, 
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, 
que se enamora como alma en pena 
de causas justas, hombres hermosos, 
y palabras juguetonas.

                                                                           No me arrepiento de nada-Gioconda Belli

En Itzá, la autora toma la posición de una mujer que elije su camino, el de combatir junto con su hombre, dejando atrás las costumbres de la tribu. Aunque ella misma ve llamativo cómo se maneja la mujer del s. XX: “Las mujeres parecen ya no ser subordinadas, sino personas principales. Hasta tienen servidumbre por sí mismas. Y trabajan fuera del hogar. Ella, por ejemplo, sale a trabajar por las mañanas. No sé cuánta ventaja puede haber en esto. Nuestras madres, al menos, sólo tenían como trabajo el oficio de la casa y con eso era suficiente. Diría que quizás era mejor, puesto que tenían hijos en los que prolongarse y un esposo que les hacía olvidar la estrechez del mundo abrazándolas por la noche. En cambio ella no tiene estas alegrías.”

Sin embargo, al notar el embrollo en el interior de Lavinia, decide intentar intervenir en ella para que deje de lado el miedo y la duda: “CÓMO HUBIERA DESEADO SACUDIRLA; hacerla comprender. Era como tantas otras. Tantas que conocí. Temerosas. Creyendo que así guardaban la vida. Tantas que terminaron tristes esqueletos, sirvientas en las cocinas, o decapitadas cuando se rendían de caminar, o en aquellos barcos que zarpaban a construir ciudades lejanas llevándose a nuestros hombres y a ellas para el descargue de los marineros. "El miedo es un mal consejero" decía Yarince, cuando le discutían la audacia de sus estratagemas.”

Penélope y Lavinia

Como se explicó anteriormente, Lavinia no quería ser para Felipe solo el centro de su vida, “la Penélope esperándolo noche tras noche”. Es aquí donde se realiza, una intertextualidad con el mito de Ulises, comparando a su esposa Penélope con Lavinia, y los cíclopes con los militares. 

Penélope es un personaje de la Odisea, uno de los dos grandes poemas épicos atribuidos a Homero. Es la esposa del personaje principal, el rey de Ítaca, Odiseo que aguarda su regreso durante veinte años de la Guerra de Troya. Durante su espera, muchos pretendientes la asedian para casarse con ella, y Penélope decide comenzar a tejer un sudario que a su término cumpliría con la elección de uno de ellos. Pero para extender la “promesa”, todas las noches destejía su labor, esperando el regreso de Odiseo.
En el caso de la novela que se está analizando, Lavinia se encuentra atrapada en la tradición de esperar en su casa a su pareja que salió a “pelear” (al igual que hizo Penélope con Odiseo), con miedo y alerta ante cualquier ruido que se presentara, ya que la Guardia Nacional los estaba siguiendo y podían rastrearlos a él o a ella..
Felipe participaba de aquellas revueltas, estaba segura; mientras a ella no le quedaba en esos días, nada más que esperarlo luchando en su interior, tratando de no sentir que el amor se convertía en angustia y opresión. No quería hacer de Felipe el centro de su vida; devenir en Penélope hilando las telas de la noche. Pero aun a su pesar, se reconocía atrapada en la tradición de milenios: la mujer en la cueva esperando a su hombre después de la caza y la batalla, amedrentada en medio de la tormenta, imaginándolo atrapado por bestias gigantescas, herido por el rayo, la flecha; la mujer sin reposo, saltando alerta al escuchar el gruñido llamándola en la oscuridad, gruñendo, también, sintiendo júbilo en su corazón al verlo regresar a salvo, contento de saber que al fin comería y estaría caliente hasta el día siguiente, hasta que de nuevo el hombre saliera a cazar, hasta el próximo terror, el miedo, la foto en el periódico, la respiración de las fieras. Penélope nunca le simpatizó. Quizás porque todas las mujeres, alguna vez en su vida, se podían comparar con Penélope. En su caso, no era asunto de temer que Ulises no se tapara los oídos a los cantos de sirenas, como sucedía con la mayor parte de los Ulises modernos. El problema de Felipe no eran las sirenas; eran los cíclopes. Felipe era Ulises luchando contra los cíclopes, los cíclopes de la dictadura. Y el problema de ella, moderna Penélope a su pesar, era sentirse encerrada en la casilla limitada de la amante, sin otro derecho al conocimiento de la vida que el de su propio cuerpo (…)”
Sin embargo, se realiza la comparación (llevada a cabo por la protagonista y por la propia autora de la obra) de la situación de Lavinia solamente con la espera de Penélope, debido a que la joven arquitecta no compartía con ésta su paciencia y dependencia hacia el hombre, al momento de tomar las riendas de su propio destino. Aunque “no podía reclamarle que la utilizara para satisfacer su necesidad de hombre común y corriente de tener un espacio de normalidad en su vida: una mujer que lo esperara. Hacerlo significaría tomar una decisión para la cual no estaba ni convencida, ni madura; o dejarlo de una vez. No se decidía por las alternativas y la falta de decisiones la sometía a la espera. En balde, pensó Lavinia, los siglos habían acabado con los espantos de las cavernas: las Penélopes estaban condenadas a vivir eternamente, atrapadas en redes silentes, víctimas de sus propias incapacidades, replegadas, como ella, en Itacas privadas. Sintió rabia contra sí misma.” Se puede observar un tono de cierta resignación en cuanto al papel que empieza a cumplir con el que evidentemente no concuerda, y sin embargo la espera que produce su indecisión la convierte, quiera o no en una Penélope más.

La nueva amiga de Lavinia, Flor, es su confidente en cuanto a temas sobre el Movimiento, y del amor, en especial, sobre Felipe. Con ella comparte sus sentimientos e inquietudes sobre el esperarlo noche tras noche sin hacer otra cosa más que aguardar la incierta llegada de él: “(…) Últimamente lo veo poco. En las noches, no hago nada más que esperarlo, por si aparece. Me siento como Penélope. Flor rió. —Debe andar ocupado, ¿no? —dijo. —O sea —dijo Lavinia— que, ¿con cualquier hombre que uno esté, sea guerrillero o vendedor de refrigeradores, el papel de una mujer es esperarlo? —No necesariamente —dijo Flor, sonriendo de nuevo—, depende de lo que uno, como mujer, decida para su vida.
En sí, la mujer ha pasado de la idea de dependencia hacia un hombre, sin poder desarrollarse, a la de valerse por sí misma y luchar por sus objetivos y sueños, sin tener que esperar la aprobación. Tanto Lavinia como Flor representan a estas mujeres.

Conclusión


Del análisis de la novela, “La mujer habitada” de Gioconda Belli, podemos concluir que Lavinia se compara con diferentes mujeres a lo largo de la historia, desde las esposas de los cazadores y guerreros aborígenes (aquellas que esperaban) y por Itzá, la única de su tribu que se unió a la guerra; luego pasando por Penélope (comparación constante y a la vez antítesis de su personalidad), por Tania y Flor, dos ejemplos de imagen femeninas luchadoras, hasta llegar a encontrarse a ella misma como Lavinia, como mujer que pudo romper el cascarón de la imagen impuesta de ama de casa, y ser una profesional, que se animó a cambiar su vida tranquila, salir de su zona de confort[2], e introducirse en el movimiento revolucionario de su país.


Bibliografía

Elola Joseba. La misteriosa guerrillera que acompañó al Che. El País. (2012):https://elpais.com/diario/2011/05/15/domingo/1305431559_850215.html

Guglielminotti, Cristian; Vera, Nieva. dictaduras en América Latina: factores internacionales y regionales. (2016). UNICEN. Buenos Aires: http://www.unicen.edu.ar/content/dictaduras-en-am%C3%A9rica-latina-factores-internacionales-y-regionales

Historia y biografía. LA DICTADURA DE LOS SOMOZA EN NICARAGUA. GOBIERNO AUTORITARIO DE SOMOZA. (2015): https://historiaybiografias.com/somoza/

Joseba, Macías. Revolución cubana: Mujer, Género y Sociedad Civil: http://www.vientosur.info/documentos/Cuba%20%20Joseba.pdf

La luna de Penélope. No me arrepiento de nada. Gioconda Belli (2012): http://lalunadepenelope.blogspot.com.ar/2012/03/no-me-arrepiento-de-nada-gioconda-belli.html

Wikipedia. Gioconda Belli. (consultada 21/01/2017): https://es.wikipedia.org/wiki/Gioconda_Belli

Wikipedia. Penélope. (consultada 19/02/2017): https://es.wikipedia.org/wiki/Pen%C3%A9lope



[1] Guglielminotti, Cristian; Vera, Nevia.  Dictaduras en América Latina: factores internacionales y  regionales. (2016) UNICEN, Buenos Aires.
[2] La ‘zona de confort’ es aquella formada por las capacidades y habilidades que hemos ido adquiriendo a lo largo de la experiencia vital, que nos permiten adaptarnos al entorno en el que nos encontramos, indican los expertos. Aunque “a medida que el entorno cambia, se hace necesaria la adquisición de nuevas capacidades y habilidades que tenemos que aprender para podernos adaptar a los cambios. Es lo que se conoce como ‘zona de aprendizaje o de desarrollo próximo’”, los expertos de AMA.

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