Análisis Literario de "La mujer habitada" de Gioconda Belli
Introducción
El presente trabajo busca analizar el papel de la mujer
durante las diferentes revoluciones que se han producido en el territorio
americano contra poderes opresivos, con el fin de defender y demostrar la
importancia e influencia que ha tenido y tiene la presencia femenina, y los
logros y derechos conseguidos durante la historia.
Para esto, se procederá a la presentación de las dos
protagonistas de la novela, Itzá y Lavinia, mujeres que se opusieron a los
patrones culturales de la imagen de la mujer y lucharon junto al hombre que
amaban. Además se tomará la vida de mujeres opuestas, como su madre y su amiga
Sara, y muy conocidas en la historia tanto universal como latinoamericana, la
paciente Penélope y la guerrillera Tania, con el fin de exponer el proceso de
cambio de actitud ante la espera tranquila y comprendedora, a la acción y toma
en sus manos del propio destino y defensa de sus ideales.
Desarrollo
La novela “La mujer
habitada” de Gioconda Belli fue publicada en 1988 y relata la historia de
dos mujeres: Itzá y Lavinia. Lo que las separa es la distancia temporal, ¿por
qué? Porque, la escritora tomó como protagonistas a dos jóvenes que vivieron en
diferentes momentos de la historia de Nicaragua: la primera durante la época de
conquista española, y la segunda entre 1960-70. Ambas cuentan con un compañero
con los que comparten los mismos ideales y objetivos de liberación contra el
poder despótico, Yarince y Felipe respectivamente.
Lavinia, encarna
el personaje principal de la novela de Belli, joven arquitecta recién llegada
de Europa. Distanciada de sus padres y apegada a tu tía Inés y a su abuelo,
quienes la apoyaban en sus sueños y le brindaban el amor que sus padres, por
estar concentrados en el trabajo, no se lo brindaron, como ella deseaba en su
interior. Al regresar a Faguas, su ciudad natal, vive en la casa de su difunta
tía y trabaja en una empresa de arquitectos, donde conoce a Felipe, quien se
convertiría en su gran amor y compañero de un nuevo proyecto secreto.
Itzá, fue una
joven guerrera de una tribu aborigen, que luego de aprender el manejo del arco,
se unió a los guerreros para defender su territorio y echar a los extraños (los
españoles) y su falso dios. Pero al ser mujer, los integrantes de diferentes
tribus, no la tomaban en serio al momento de reclutar guerreros y pedir ayuda
para combatir; incluso no era admitida en las reuniones donde se tomaban las
decisiones más importantes. Se puede decir que, en un sentido, es un personaje
principal porque al introducirse en Lavinia como el jugo de una naranja, juega
un papel importante e influyente en las decisiones de ésta, a través de sus
sueños, de su inconsciente, ayudando a aclararle las dudas, ofreciéndole las
respuestas (aunque a veces se arrepienta de entrometerse en Lavinia).
Estas dos mujeres al comienzo parecen ser muy diferentes,
con distintos puntos de vista sobre la participación en la lucha revolucionaria
contra dos poderes usurpadores y violentos: los españoles y su rey, y el Gran
General. Pero con el paso del tiempo Itzá empieza a influir en la decisión de
Lavinia, y ambas se complementan uniendo a dos mujeres tan distantes pero a la
vez representativas para e género femenino.
Contexto histórico
Faguas, ciudad en la que trascurren los hechos de la novela,
es la representación literaria de Nicaragua, y en especial se dibuja la
situación política, social y económica de toda América Latina. Ésta se había convertido en un territorio
propicio para la aplicación del Plan Cóndor, que consistió en la coordinación
de acciones conjuntas entre las dictaduras latinoamericanas para la
erradicación de las ideologías comunistas y afines, opuestas al neoliberalismo
que trataba de implementarse a escala global, y que pasaron a ser consideradas
como “subversivas”. De esta manera, los cambios que los países latinoamericanos
han experimentado en el último medio siglo, resultan estrechamente vinculados
al proceso de militarización que tuvo lugar en el continente especialmente
durante las décadas de los ‘60 y ‘70, teniendo como una de sus consecuencias
centrales el desmantelamiento del Estado como articulador de la vida pública y
generador del desarrollo económico.[1]
Como contrarreacción al gobierno militar, se tomó el
proyecto liberacionista, cuya cuna fue Cuba y desde donde se irradiaba la
ideología y el entrenamiento de las fuerzas insurreccionales de todo el
subcontinente.
Nicaragua y Somoza
En 1936, Somoza derrocó al
presidente Juan B. Sacasa y accedió al gobierno, manteniéndose en el poder
durante 20 años. Luego fue sucedido por sus hijos. Al abandonar Nicaragua, las tropas estadounidenses
dejaron instalado un sistema de poder basado en la fuerza militar,
en lo político, en un sistema electoral controlado por unas pocas familias; y en lo económico, en el control monopólico de los principales recursos productivos
(plantaciones, bases, ferrocarriles, aduana, etc.) por parte de la familia
Somoza y una red de amistades.
Desde el gobierno, Anastasio
Somoza enfrentó la creciente oposición de obreros,
campesinos, estudiantes y hasta de algunos grupos propietarios. Para evitarlo,
llevó adelante una fuerte represión, a través de un
impresionante incremento de los miembros de las fuerzas policiales y militares,
la creación de numerosas cárceles, la persecución, los secuestros y la
aplicación de torturas por parte de la Guardia Nacional.
El gobierno somocista, apoyado por unos pocos propietarios de
tierras y empresarios nicaragüenses y por las empresas norteamericanas, no daba
respuestas a los problemas sociales, como el hambre, el analfabetismo y los
bajos salarios de los trabajadores. Esta situación, sumada a la imposibilidad
de organizar y ejercer libremente la oposición al gobierno, llevó a un grupo de
jóvenes, inspirados en el triunfo de la experiencia revolucionaria cubana de
1959, a conformar —en 1961— el Frente Sandinista de Liberación Nacional e
iniciar la lucha armada a la dictadura. Por sus planteos sobre la democracia, la
economía y política, recibieron el apoyo creciente de la población marginada
del país. Del mismo modo, fueron apoyados los reclamos sandinistas de soberanía
nacional frente al imperialismo
norteamericano, que recuperaban la tradición inaugurada por el “general de
hombres libres”, Augusto César Sandino, en la década del veinte. A la oposición
se sumaron, también, aquellos actores
del empresariado que fueron desplazados de los principales negocios por el
grupo de empresarios amigos de la familia Somoza.
En este contexto, la guerrilla
incrementó el número de sus miembros y sus acciones, hasta que, en julio de
1979, logró derrocar al dictador, quien huyó de Nicaragua,
para asilarse en Paraguay.
Lavinia, en un instante de retrospección, nos cuenta cómo se vivió
el momento histórico antes mencionado en Faguas:
“Una época de efervescencia cuando ella tenía dieciocho años y
estaba pasando vacaciones con sus padres. Se encontró las calles cubiertas de
afiches del partido de la oposición. La gente cantaba la canción del candidato
verde con verdadero entusiasmo. Surcaban ilusiones de que la campaña electoral
podría resultar en una victoria opositora. Todos los sueños quedaron dispersos
el último domingo de la contienda. Una gran manifestación recorrió las calles
demandando la renuncia de la familia gobernante, el retiro del candidato hijo
del dictador. Los líderes opositores arengaban a aquella marea humana. Nadie
debía moverse. Nadie retirarse a sus casas. Resistencia pacífica contra la
tiranía. Hasta que los soldados empezaron a bajar por la avenida con sus cascos
de combate hacia el grupo multicolor que se agitaba enervado por los discursos.
No hubo quién pudiera contar después cuándo dieron comienzo los disparos, ni
cómo aparecieron los cientos de zapatos que Lavinia vio dispersos por el suelo
mientras corría en una estampida de caballos desbocados hacia donde su tía Inés
agitaba las manos y la llamaba. Esa noche, las familias esperaron ansiosas
escuchando los disparos de los francotiradores en la noche. La madrugada
amaneció en medio de un pesado silencio. Las radios anunciaron que el candidato
verde y sus colaboradores se habían refugiado en un hotel y solicitado la
protección del embajador norteamericano. Se hablaba de trescientos,
seiscientos, incontables muertos. Nunca se sabría exactamente cuántas personas
murieron ese día llevándose a la tumba la última esperanza de muchos por
liberarse de la dictadura. La represión arreció. Desde entonces, habían
empezado las papeletas: "Sólo queda la alternativa de la lucha
armada". Papeletas apareciendo furtivas por debajo de las puertas. Grupos
tomándose cuarteles alejados de las ciudades, en los poblados del norte;
diciendo encendidos discursos en la universidad; el poder cada vez más compacto
y las muertes de "subversivos" a la orden del día.”
El papel de la mujer en la revolución
Lavinia tuvo que defender su posición como mujer en la
sociedad y en el movimiento revolucionario. Repudiaba el trato que tienen los
desconocidos, en la calle, hacia las mujeres transeúntes: “Aquí y allá encontró grupos de obreros afanados colocando bloques para
marcar las bases donde se levantaría las paredes. La miraban al pasar, haciendo
alarde en abandonar el cemento y silbar o dejarle ir un ‘adiós mamacita’.
Debería ser ilegal, pensó Lavinia, ese asedio al que se veían expuestas las
mujeres en la calle.”
Lavinia buscaba despegarse de las costumbres conservadoras y
tradicionales de su familia y de su entorno social, con las que no coincidía. Aquí
se encuentran su amiga Sara, y su madre, dos mujeres que representan otro tipo
de ideal de la mujer: aquella que se presenta en la gran sociedad cuando llegan
a cierta edad, para conseguir un futuro marido y conformar una nueva familia,
para luego ser dueña de una casa: “Sara
se jactaba delante de ella de llevar los pantalones en la casa. Y Sara podía escucharlo
[a su esposo] sonriendo. Para ella
eso también era ‘natural’. Las fiestas donde los exhibían eran ‘naturales’.”
Sin embargo, a pesar de los comentarios negativos de sus
padres sobre vivir sola y trabajar, no se dejó intimidar y siguió luchando,
aunque fuera una revolución interna y pequeña, por lo que ella realmente quería
y no lo que se le imponía por ser mujer: “Las
caras de su padre y su madre pronosticándole la deshonra, el chisme, la
maledicencia. Horrores del mundo fuera de las cuatro paredes de su casa. El
peligro de los extraños. Hombres que intentarían violarla, aprovecharse de
ella. Lo “mal vistas” que eran las mujeres solas.”
Incluso Felipe, según lo que percibe Lavinia, la ve a ella como
la orilla a la cual se puede acercar para alejarse de la vida agitada, no
queriendo incluirla en sus planes revolucionarios por su falta de preparación,
su debilidad e inseguridades:
“Tuve la sensación de
que no querías que participara, que me ibas a decir siempre que no estaba
preparada. Y así era, dijo él, visiblemente alterado. Consideraba, dijo, que
ella aún no estaba madura para ingresar formalmente; tenía demasiadas dudas, no
sabía bien lo que quería. (…)Creo que no entendés mis preocupaciones —dijo
Lavinia, guardando la calma, el tono suave— ni me entendés a mí. Vos nunca
pensarías que estoy madura para el Movimiento. No te conviene. Querés conservar tu nicho de "normalidad",
la ribera de tu río por los siglos de
los siglos; tu mujercita colaborando bajo tu dirección sin desarrollarse por sí
misma. "Afortunadamente, Sebastián y Flor no piensan como vos. Lavinia
fue perdiendo la calma a medida que hablaba. Las ranuras se abrían dando salida
a resentimientos acumulados: las noches en vela esperándolo, las actitudes
paternales, superiores, de él.”
Sin embargo se puede observar que Felipe no la dejaba de
lado de sus planes revolucionarios por ser mujer, poco preparada y débil como
Lavinia pensaba, sino que no era un simple juego sino algo peligroso y serio.
Él solo la quería proteger y mantenerla alejada de todo lo que pudiese lastimarla.
Lavinia lucha contra sus inseguridades con respecto al
Movimiento revolucionario, incluso llega a cuestionar el accionar y objetivo
del mismo: “En Italia admiró, como todos,
al Che Guevara. Recordaba la fascinación de su abuelo con Fidel Castro y la
"revolución". Pero ella no era de esa estirpe. Lo tenía muy claro.
Una cosa era no estar de acuerdo con la dinastía y otra cosa era luchar con las
armas contra un ejército entrenado para matar sin piedad, a sangre fría. Se
requería otro tipo de personalidad, otra madera. Una cosa era su rebelión
personal contra el statu quo, demandar independencia, irse de su casa, sostener
una profesión, y otra exponerse a esta aventura descabellada, este suicidio
colectivo, este idealismo a ultranza. No podía dejar de reconocer que eran
valientes; especies de Quijotes tropicales, pero no eran racionales, los seguirían
matando y ella no quería morir.”
Pero a medida que sus inseguridades se transforman en
inquietudes, gira su vida al momento de visitar a Flor para que le contara cómo
era el Movimiento. Es así que la joven enfermera le cuenta a Lavinia sobre
Tania.
Tania fue una guerrillera, de origen alemán/ruso, acompañante del Che
Guevara durante la revolución cubana. Ella se convirtió en un mito por ser la
única mujer que integró el grupo guerrillero, encargada de espionaje,
enfermería y mensajería. “Flor decía que
el Che había escrito que las mujeres era ideales para cocineras y correos de la
guerrilla; aunque después anduvo en Bolivia con una guerrillera llamada Tania”.
Pero de acuerdo con la investigación de historiador boliviano Gustavo Rodríguez
Ostria "[Tania] no fue la amante del
Che. Apenas convivieron un mes en la guerrilla". Fue entre marzo y
abril de 1967. Y su relación, de hecho, estuvo marcada por los reproches del
Comandante sobre el abandono de funciones de espionaje de Tania para
incorporarse a la guerrilla. "Había
una razón casi ética: Guevara sabía que ella era la compañera de Ulises
Estrada. Entre los revolucionarios había códigos con respecto a las mujeres de
compañeros. El Che se hubiera expuesto demasiado, su liderazgo moral se habría
carcomido".
Ya desde los primeros de la Revolución cubana, la equidad de
género en el desarrollo social se va establecer como objetivo primordial de la
nueva estructuración política. La rápida puesta en marcha de una serie de
medidas tendientes a eliminar las barreras que mantienen a la mujer en
posiciones sociales subordinadas supone la primera fase de un intento de
transformación integral. Incluso en la novela “La mujer habitada”, Flor le da a Lavinia el programa “(…) donde se hablaba con tanta seguridad de todas
las cosas inalcanzables que se debían alcanzar: alfabetización, salud gratis y
digna para todos, viviendas, reforma agraria (real; no como el programa de
televisión del Gran General); emancipación
de la mujer (¿Y Felipe?, pensó, ¿Y los hombres como él, revolucionarios pero
machistas?, pensó)”.
La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral
remunerado va a propiciar un reconocimiento de espacios y nuevos roles pero,
simultáneamente, suscita elementos de conflicto con una mentalidad tradicional
mantenida incluso bien avanzada ya la década de los años sesenta, cuando “la
mayoría de los hombres no querían que ‘su mujer’ estuviera fuera del hogar y
mezclándose con otros hombres en el trabajo” (Brunk, 1995:434).
“Por primera vez las mujeres acostumbradas a ser esposas dependientes y madres
devotas, se encontraron explorando las ideas de igualdad y retando directamente al
machismo. Fue un proceso doloroso y paradójico. A pesar de todas las
contradicciones, las mujeres cubanas fueron incorporadas a las distintas esferas del
trabajo, intelectual, manual, político”.
Es importante contar que la escritora Gioconda Belli, se exilió a México a causa de su activismo
revolucionario. Desde 1970,
año en que comenzó a escribir sus poemas y como muchos intelectuales de su
generación, se integró a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en ese momento una organización clandestina y perseguida cuyo
objeto era el derrocamiento del régimen somocista. Además su obra se
caracteriza por rescatar y ahondar en el
universo femenino, reivindicando el papel de las mujeres en la sociedad y en la
construcción de la cultura, llegando incluso a plantear en su obra una utopía
feminista. Esto justifica que el personaje principal de la novela “La mujer habitada” sea una mujer, con
sus inseguridades, su romanticismo, el idealismo de un mundo mejor y la
búsqueda de la independencia económica, luchando contra el machismo que la rodea.
Incluso, se ilustra en Sara y la madre de Lavinia los ideales de la madre de
Gioconda y las mujeres de su época, esto se puede justificar con la cita del
siguiente fragmento del poema de la misma autora:
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
No me arrepiento de nada-Gioconda Belli
En Itzá, la autora toma la
posición de una mujer que elije su camino, el de combatir junto con su hombre,
dejando atrás las costumbres de la tribu. Aunque ella misma ve llamativo cómo
se maneja la mujer del s. XX: “Las
mujeres parecen ya no ser subordinadas, sino personas principales. Hasta tienen
servidumbre por sí mismas. Y trabajan fuera del hogar. Ella, por ejemplo, sale
a trabajar por las mañanas. No sé cuánta ventaja puede haber en esto. Nuestras
madres, al menos, sólo tenían como trabajo el oficio de la casa y con eso era
suficiente. Diría que quizás era mejor, puesto que tenían hijos en los que
prolongarse y un esposo que les hacía olvidar la estrechez del mundo
abrazándolas por la noche. En cambio ella no tiene estas alegrías.”
Sin embargo, al notar el embrollo
en el interior de Lavinia, decide intentar intervenir en ella para que deje de
lado el miedo y la duda: “CÓMO HUBIERA
DESEADO SACUDIRLA; hacerla comprender. Era como tantas otras. Tantas que
conocí. Temerosas. Creyendo que así guardaban la vida. Tantas que terminaron
tristes esqueletos, sirvientas en las cocinas, o decapitadas cuando se rendían
de caminar, o en aquellos barcos que zarpaban a construir ciudades lejanas
llevándose a nuestros hombres y a ellas para el descargue de los marineros.
"El miedo es un mal consejero" decía Yarince, cuando le discutían la
audacia de sus estratagemas.”
Penélope y Lavinia
Como se explicó anteriormente, Lavinia no quería ser para Felipe solo
el centro de su vida, “la Penélope esperándolo noche tras noche”. Es aquí donde
se realiza, una intertextualidad con el mito de Ulises, comparando a su esposa
Penélope con Lavinia, y los cíclopes con los militares.
Penélope es un personaje de
la Odisea, uno de los dos grandes poemas épicos atribuidos a Homero. Es la esposa del personaje principal, el rey de Ítaca, Odiseo que aguarda su regreso durante veinte años de la Guerra de
Troya. Durante
su espera, muchos pretendientes la asedian para casarse con ella, y Penélope
decide comenzar a tejer un sudario que a su término cumpliría con la elección
de uno de ellos. Pero para extender la “promesa”, todas las noches destejía su
labor, esperando el regreso de Odiseo.
En
el caso de la novela que se está analizando, Lavinia se encuentra atrapada en
la tradición de esperar en su casa a
su pareja que salió a “pelear” (al igual que hizo Penélope con Odiseo), con
miedo y alerta ante cualquier ruido que se presentara, ya que la Guardia
Nacional los estaba siguiendo y podían rastrearlos a él o a ella..
“Felipe participaba de aquellas
revueltas, estaba segura; mientras a ella no le quedaba en esos días, nada más
que esperarlo luchando en su interior, tratando de no sentir que el amor se
convertía en angustia y opresión. No quería hacer de Felipe el centro de su
vida; devenir en Penélope hilando las telas de la noche. Pero aun a su pesar,
se reconocía atrapada en la tradición de milenios: la mujer en la cueva
esperando a su hombre después de la caza y la batalla, amedrentada en medio de
la tormenta, imaginándolo atrapado por bestias gigantescas, herido por el rayo,
la flecha; la mujer sin reposo, saltando alerta al escuchar el gruñido
llamándola en la oscuridad, gruñendo, también, sintiendo júbilo en su corazón
al verlo regresar a salvo, contento de saber que al fin comería y estaría
caliente hasta el día siguiente, hasta que de nuevo el hombre saliera a cazar,
hasta el próximo terror, el miedo, la foto en el periódico, la respiración de
las fieras. Penélope nunca le simpatizó. Quizás porque todas las mujeres,
alguna vez en su vida, se podían comparar con Penélope. En su caso, no era
asunto de temer que Ulises no se tapara los oídos a los cantos de sirenas, como
sucedía con la mayor parte de los Ulises modernos. El problema de Felipe no
eran las sirenas; eran los cíclopes. Felipe era Ulises luchando contra los
cíclopes, los cíclopes de la dictadura. Y el problema de ella, moderna Penélope
a su pesar, era sentirse encerrada en la casilla limitada de la amante, sin
otro derecho al conocimiento de la vida que el de su propio cuerpo (…)”
Sin embargo, se realiza la comparación (llevada a cabo por
la protagonista y por la propia autora de la obra) de la situación de Lavinia
solamente con la espera de Penélope,
debido a que la joven arquitecta no compartía con ésta su paciencia y
dependencia hacia el hombre, al momento de tomar las riendas de su propio
destino. Aunque “no podía reclamarle que
la utilizara para satisfacer su necesidad de hombre común y corriente de tener
un espacio de normalidad en su vida: una mujer que lo esperara. Hacerlo
significaría tomar una decisión para la cual no estaba ni convencida, ni
madura; o dejarlo de una vez. No se decidía por las alternativas y la falta de
decisiones la sometía a la espera. En balde, pensó Lavinia, los siglos habían
acabado con los espantos de las cavernas: las Penélopes estaban condenadas a
vivir eternamente, atrapadas en redes silentes, víctimas de sus propias
incapacidades, replegadas, como ella, en Itacas privadas. Sintió rabia contra
sí misma.” Se puede observar un tono de cierta resignación en cuanto al
papel que empieza a cumplir con el que evidentemente no concuerda, y sin
embargo la espera que produce su indecisión la convierte, quiera o no en una
Penélope más.
La nueva amiga de Lavinia, Flor, es su confidente en cuanto
a temas sobre el Movimiento, y del amor, en especial, sobre Felipe. Con ella
comparte sus sentimientos e inquietudes sobre el esperarlo noche tras noche sin
hacer otra cosa más que aguardar la incierta llegada de él: “(…) Últimamente lo veo poco. En las noches,
no hago nada más que esperarlo, por si aparece. Me siento como Penélope. Flor
rió. —Debe andar ocupado, ¿no? —dijo. —O sea —dijo Lavinia— que, ¿con cualquier
hombre que uno esté, sea guerrillero o vendedor de refrigeradores, el papel de
una mujer es esperarlo? —No necesariamente —dijo Flor, sonriendo de nuevo—,
depende de lo que uno, como mujer, decida para su vida.”
En sí, la mujer ha pasado de la idea de dependencia hacia un
hombre, sin poder desarrollarse, a la de valerse por sí misma y luchar por sus
objetivos y sueños, sin tener que esperar la aprobación. Tanto Lavinia como
Flor representan a estas mujeres.
Conclusión
Del análisis de la novela, “La mujer habitada” de Gioconda Belli, podemos concluir que Lavinia
se compara con diferentes mujeres a lo largo de la historia, desde las esposas
de los cazadores y guerreros aborígenes (aquellas que esperaban) y por Itzá, la
única de su tribu que se unió a la guerra; luego pasando por Penélope
(comparación constante y a la vez antítesis de su personalidad), por Tania y
Flor, dos ejemplos de imagen femeninas luchadoras, hasta llegar a encontrarse a
ella misma como Lavinia, como mujer que pudo romper el cascarón de la imagen impuesta
de ama de casa, y ser una profesional, que se animó a cambiar su vida
tranquila, salir de su zona de confort[2],
e introducirse en el movimiento revolucionario de su país.
Bibliografía
Elola Joseba. La misteriosa guerrillera que acompañó al Che. El País. (2012):https://elpais.com/diario/2011/05/15/domingo/1305431559_850215.html
Guglielminotti, Cristian; Vera, Nieva. dictaduras en América Latina: factores internacionales y regionales. (2016). UNICEN. Buenos Aires: http://www.unicen.edu.ar/content/dictaduras-en-am%C3%A9rica-latina-factores-internacionales-y-regionales
Historia y biografía. LA DICTADURA DE LOS SOMOZA EN NICARAGUA. GOBIERNO AUTORITARIO DE SOMOZA. (2015): https://historiaybiografias.com/somoza/
Joseba, Macías. Revolución cubana: Mujer, Género y Sociedad Civil: http://www.vientosur.info/documentos/Cuba%20%20Joseba.pdf
La luna de Penélope. No me arrepiento de nada. Gioconda Belli (2012): http://lalunadepenelope.blogspot.com.ar/2012/03/no-me-arrepiento-de-nada-gioconda-belli.html
Wikipedia. Gioconda Belli. (consultada 21/01/2017): https://es.wikipedia.org/wiki/Gioconda_Belli
Wikipedia. Penélope. (consultada 19/02/2017): https://es.wikipedia.org/wiki/Pen%C3%A9lope
[1]
Guglielminotti, Cristian; Vera, Nevia. Dictaduras en América Latina: factores
internacionales y regionales. (2016)
UNICEN, Buenos Aires.
[2]
La ‘zona de confort’ es
aquella formada por las capacidades y habilidades que hemos ido adquiriendo a
lo largo de la experiencia vital, que nos permiten adaptarnos al entorno en el
que nos encontramos, indican los expertos. Aunque “a medida que el entorno
cambia, se hace necesaria la adquisición de nuevas capacidades y habilidades
que tenemos que aprender para podernos adaptar a los cambios. Es lo que se
conoce como ‘zona de aprendizaje o de desarrollo próximo’”, los expertos de AMA.
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