Historia de la Literatura Latina- Bieler, Ludwing
La literatura romana ocupa un lugar peculiar entre las
literaturas del mundo. Quien la enjuicie sólo desde el punto de vista
estético-literario, no la contará entre las eximias. Apenas si tiene nombres de
la categoría de Homero o de Sófocles, de Tucídides o Platón, Cervantes, Goethe;
ni cuenta con una obra tan sublime como el libro del Génesis. En cambio la
literatura romana es más universal que cualquier otra, aun en sus
representantes menos significativos pero
con gran influjo; sin la literatura romana no habría existido las
literaturas románticas, ni la prosa inglesa. La Europa medieval heredó la mitología, el pensamiento y la
ciencia griegos casi exclusivamente en forma indirecta, a través de los
romanos.
La literatura griega es menos unitaria que la romana. Entre los
griegos se diferencian las formas literarias predominantemente por la lengua:
épica, lírica, dramática y ciencia conservan esencialmente el dialecto en que
inicialmente se desarrolló cada uno de
estos géneros literarios; en cambio en la literatura romana sólo tiene una
lengua para todos los géneros, de modo que la única diferencia, desde el
comienzo, es estilística.
Con frecuencia se ha dudado de la originalidad de la
literatura romana. Quizá fuese más acertado preguntar por su espontaneidad,
pues la originalidad sólo ha llegado a considerarse criterio de creación
literaria más tarde. Con los griegos se nos presenta casi completo el
nacimiento de una literatura autónoma en todas las formas que nos son
familiares, partiendo de sus propias situaciones religiosas o sociales. La
literatura latina acepta las formas griegas como “canónicas”, pero les das un
nuevo contenido. Los romanos aceptaron las formas griegas de expresión porque
los helenos las habían elaborado tan perfectamente desde la cima de su cultura que parecía imposible crear algo mejor con que
reemplazarlas. Asimila la forma a la manera propia, es decir, romana. Cultiva
más de un género literario y suele permitirse cierto equilibrio, una mezcla de
convenciones y estilos.
Pero tan solo los romanos sintieron el ansia de oponer a la
cultura griega una cultura nacional, elaborada a su semejanza. El romano
típico, descrito como hombre práctico, sobrio, sin interés por los valores del
espíritu, sin sentido de lo bello. La Roma victoriosa se rindió casi sin lucha
a la cultura helénica: voluntariamente, de modo que el romano transformó lo que aceptó con el
espíritu de aquella humanitas cuya
expresión más cabal encontramos en el círculo de Escipión el Joven y en la obra
literaria de Cicerón.
La mentalidad cristiana tuvo influjo decisivo sobre la
elección de las obras que se estimaron dignas de conservarse; con el
reconocimiento del cristianismo por parte del Estado coincide un acontecimiento
decisivo para la historia del libro antiguo: la transición del rollo de papiro
al códice del pergamino, precursor del libro moderno. Por otro lado , en los
círculos de la nobleza culta se tomó esta transcripción como oportunidad para
una esmerada revisión de los clásicos paganos y cristianos.
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